Cuando la felicidad se convierte en mal presagio

La catastrofización y el miedo a disfrutar plenamente

ansiedad en los momentos felices

¿Alguna vez te encontraste pensando: “Todo está demasiado bien, ¿qué cosa mala va a venir ahora”? La preocupación que aparece justo en los momentos en los que todo está yendo bien y la sensación de que la felicidad es frágil y no puede durar son formas de catastrofización. Si te suena conocido, no estás solo/a. Ese miedo a ser feliz es un fenómeno mucho más común de lo que imaginamos.

Ya hablé en este blog sobre la tendencia a catastrofizar situaciones (podés leer ese post acá), pero hoy quiero enfocarme específicamente en una forma de catastrofización que es quizá una de las más dolorosas. Esa que no nos permite ser felices.

¿Por qué nos cuesta disfrutar de los buenos momentos?

La catastrofización  no ocurre solo cuando nos encontramos frente a un problema. También se da en los momentos de calma, cuando estamos felices o incluso satisfechos con algo que logramos. En estas situaciones, en vez de relajarnos y disfrutar, nuestro cerebro empieza a buscar posibles amenazas:

  • “¿Y si esto se acaba? No quiero que esto termine”

  • “¿Y si pasa algo malo?”

  • “Seguro esto es demasiado bueno para ser verdad.”

Este tipo de catastrofización es un mecanismo que tiene que ver con nuestra necesidad de protegernos del dolor. Si no nos dejamos sentir todo lo bueno, creemos que el golpe será menos fuerte cuando venga lo malo.

Sin embargo, en la práctica, solamente estamos consiguiendo sabotearnos e impedirnos disfrutar de los momentos lindos que hacen que la vida valga la pena.

Ser feliz es ser vulnerable

¿Ya viste La llamada de la Valentía (presentación disponible en Netflix que ya había recomendado en este post)? En ella, Brené Brown habla de esto diciendo palabras muy fuertes pero certeras: la alegría es una de las emociones más difíciles de tolerar, porque nos hace sentir vulnerables.

Disfrutar un momento plenamente —mirar a un hijo dormir, recibir un reconocimiento, enamorarnos, sentirnos en calma— implica abrirnos al hecho de que ese momento va a terminar. ¡Y nos da tanto miedo que lo duelamos antes de que pase!

Ahí es que aparece al «rescate» el pensamiento catastrófico. Imaginamos un accidente, una pérdida, un fracaso… como si, al anticiparlo, nos estuviéramos preparando. Como si fuéramos a sufrir menos la pérdida de esa alegría si no nos permitimos disfrutarla de verdad. En realidad, este mecanismo no nos protege de nada. Solo nos aleja del presente.

Un poco de mi experiencia personal

Hola, mi nombre es Dalsy Huber, soy psicóloga clínica y tengo aproximadamente 25 años de experiencia  catastrofizando (y duelando) la muerte de mi mamá que, por cierto, está viva

Me pasa desde el primer grado. Para contexto, en ese momento falleció la mamá de unas compañeritas de la escuela (eran mellizas) y ahí descubrí que la gente puede morir sin previo aviso, en cualquier momento. Este es un tema que vengo trabajando hace mucho en mi propio proceso y he avanzado bastante, pero quiero que entiendas que sé exactamente cómo se siente catastrofizar la alegría.

Me pasaba con las cosas sencillas: en vez de disfrutar de la sensación cálida y reconfortante de un abrazo de mamá, o del sabor delicioso de una comida que nadie cocina como ella, el primer pensamiento que tenía era «ay, cómo voy a extrañar esto cuando mamá se muera«. Hasta ahora a veces lloro escuchando Mamama de Néstor Ló y Los Caminantes, como si fuese en preparación para lo que voy a sufrir cuando llegue ese momento. ¡Es tremendo!

¿Qué podemos hacer con esto?

No se trata de ignorar que la vida tiene altibajos. Y, es verdad, los momentos pasan. La alegría de este momento va a terminar, es cierto. Pero que la finitud de las cosas no nos lleve a no vivir el presente por miedo al futuro. Que, al final, cuando el momento acabe —porque lo hará disfrutemos de él o no—, al menos no vivamos con el arrepentimiento de no haberlo aprovechado al máximo.

Algunas prácticas que pueden ayudar:

  • Notar el pensamiento catastrófico sin juzgarlo: “Ah, ahí está de nuevo mi intento de protegerme.» Hacernos conscientes de este proceso que se da es una de las cosas más importantes, ya que ahí es cuando dejamos de creer sin cuestionar la veracidad de los pensamientos catastróficos.

  • Anclarnos al presente a partir de reconectar con la información que recogen los órganos de nuestros sentidos.

  • Practicar la gratitud consciente, enfocándonos en lo que está bien, aquí y ahora. Eso suena como introducir un nuevo pensamiento que suene como «sí, puede ser que pase algo malo, pero qué agradecido/a estoy de que ahora está todo bien«.

Compartí para ayudarme a llegar a más personas:

¿Te gustaría recibir las novedades sobre futuros proyectos, cursos, talleres y posts del blog en tu correo electrónico? ¡Suscribite al newsletter!